Esta no era la fiesta que habíamos planeado
Durante esta pandemia todos hemos tenido momentos buenos y momentos malos. En mi caso llevo estos dos meses intentando ser lo más racional posible. Sin creerme completamente nada de lo que me cuentan, tomando muchas precauciones e intentando atender mis responsabilidades en casa y en el trabajo como mejor he podido.
Así han pasado dos meses, y creo que solamente he tenido un momento malo. Fue ayer, cuando fui a comprar y entre la enorme lista de la compra con comida para una semana había una vela de cumpleaños.
El lunes Estela cumplirá 3 años. Ella está siempre alegre (menos cuando se enfada, que es un auténtico terremoto). No sabe estar triste, tiene una gran ilusión por su cumpleaños porque sabe cómo son los cumpleaños y esta vez es el suyo. Hasta donde recuerda, que no es más allá de unos meses, siempre ha estado en segundo plano en esas fiestas en las que se juntan decenas de niños, toda la familia cantando, una tarta, una piñata y muchos regalos. Ella ya sabe lo que es una fiesta.
El lunes estaremos nosotros 4, como todos los días. Es cierto que será su cumpleaños, es cierto que tendrá regalos, canciones y una tarta con una vela. Pero no será la fiesta que espera.
Esta semana ha preguntado si vendrán los abuelos, no vendrán. Si vendrán sus primos, tampoco vendrán. Si puede venir su amiga Elsa, que por supuesto tampoco vendrá.
Lo más triste de todo, no es que no vaya a tener la fiesta que nos hubiera gustado a todos que tuviera. Lo más triste de todo es que somos muy afortunados porque esta sea la mayor preocupación que tenemos.
Cuando cogí la vela en el super, no pude evitar pensar todo esto, imaginar cómo sería todo hoy si este virus no hubiera existido y pensar en lo rápido que se puede ir todo a la mierda (mucho más a la mierda de lo que se ha ido).
Es todo muy triste, pero el lunes tocará encender la vela, celebrar que no tenemos nada que lamentar y pedir un deseo con mucha fuerza: Una gran fiesta de cumpleaños el año que viene con todos los que este año estarán lejos y sobre todo sin el inquilino que se ha colado en todas las casas, el miedo.
Photo by Michal Balog on Unsplash